Turquía, siendo ya candidato para la adhesión aunque sin haber comenzado todavía las negociaciones para su integración, a pesar de que parece haber superado la grave crisis económica de 2001 y superará el 8% de crecimiento, se encuentra en una situación en la que su renta per cápita representa un tercio de la media de los 25 estados miembros de la UE. El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, ante sus anhelos de integrar a Turquía en la Unión Europea, ha reformado la Constitución, el Código Penal y casi toda la legislación económica. Como respuesta, Erdogan espera que reciba de Bruselas el apoyo necesario para este proceso de integración turca. Como afirma un catedrático de la Universidad de Ankara, y teniendo en cuenta el pulso que se mantiene en el país entre integrismo y modernidad, “no es tan malo que Bruselas siga imponiendo los cambios que necesita Turquía para anclarse en la modernidad y librarse de la amenaza del integrismo”. Turquía aún debe consolidar el respeto a los derechos humanos, especialmente los de los 15 millones de kurdos del sureste del país; y mejorar los niveles de desarrollo económico y de educación. Además, en un país donde se han producido tres golpes militares en los últimos 40 años, las embajadas occidentales instan a Turquía a “armonizar las relaciones entre el poder civil y el militar”.